Hablemos claro: todos amamos una buena historia. Desde pequeños con los cuentos que nos contaban antes de dormir hasta esas películas que no podemos dejar de ver una y otra vez. Pero, ¿Qué tiene esto que ver con el mundo del marketing y la publicidad? Pues resulta que mucho.
El storytelling se basa en algo muy sencillo: la conexión humana. Todos buscamos sentirnos parte de algo, entender nuestros propios sentimientos o simplemente disfrutar de algo que nos saca de lo cotidiano. No se trata solo de vender un producto o servicio, sino de contar lo que hay detrás de él, su esencia, lo que lo hace único y, sobre todo, cómo se conecta con la vida de las personas.
¿Por qué crees que recordamos algunas marcas más que otras? Por las historias que nos cuentan. Porque, al final del día, lo que compramos no es solo un objeto o un servicio, sino la historia que lo acompaña, esa sensación de ser parte de algo mayor.
Vamos al grano: en el fondo, todos tomamos decisiones basándonos en cómo nos sentimos. Ya sea eligiendo una marca de café o la ropa que nos ponemos, nuestras emociones juegan un papel crucial. Aquí es donde el storytelling brilla con luz propia en el marketing. No es solo contar algo por contar; es crear una historia que haga sentir algo a quien la escucha. ¿Alguna vez has visto un anuncio que te ha hecho sonreír o incluso soltar una lagrimita? Eso es conectar emocionalmente.
Por ejemplo, cuando una marca te cuenta la historia de cómo su producto ayudó a alguien o el esfuerzo que hay detrás de su creación, no solo estás viendo lo que venden; estás sintiendo una parte de su mundo. Y eso, amigos, es oro puro. Porque una vez que sientes algo por una marca, la recuerdas, y más importante aún, confías en ella.
Ahora, pensemos en el mar de productos y servicios que hay ahí fuera. ¿Cómo puede una marca destacar entre tantas? Aquí entra la segunda gran jugada del storytelling: la diferenciación. No es solo lo que cuentas, sino cómo lo cuentas. Dos marcas pueden vender exactamente lo mismo, pero la que nos cuenta la mejor historia es la que se lleva el gato al agua.
El storytelling te da esa chispa única, esa voz propia que dice: «Hey, no somos como los demás; mira lo que nos hace especiales». Y no es solo hablar de características o beneficios, que también son importantes, sino de transmitir esos valores y experiencias que hacen a tu marca diferente. Es como cuando eliges ver una película porque te han dicho que su historia es única, que te va a tocar de una manera que otras no pueden. Con las marcas pasa lo mismo.
Empecemos por el principio: encontrar la historia de tu marca. Esto puede sonar a gran cosa, pero en realidad es mirar hacia dentro y preguntarte: ¿Qué nos hace ser quiénes somos? No es solo lo que vendes, sino por qué lo haces, qué te motivó a empezar y qué te hace seguir adelante cada día. Esa esencia, esa chispa única, es el corazón de tu historia.
Imagina que tu marca es una persona. ¿Cómo describirías su personalidad? ¿Qué historias contarías sobre ella a alguien que no la conoce? Esa historia personal, llena de altibajos, sueños y logros, es lo que quieres compartir. No tienes que inventar nada; sólo cuenta lo que ya está ahí, pero de una manera que capte la atención y el corazón de tu audiencia.
Ahora que tienes tu historia, es momento de pensar en con quién la vas a compartir. No todas las historias resuenan con todas las personas, y está bien. Lo importante es conocer a tu público objetivo: qué les gusta, qué necesitan, qué les preocupa. Solo así podrás contar tu historia de una manera que realmente les hable.
Una buena forma de hacer esto es creando un buyer persona. Imagina a ese cliente ideal y piensa: si estuviera frente a mí, ¿Cómo le contaría mi historia? ¿Qué detalles le resaltaría? Este ejercicio te ayudará a adaptar tu narrativa para conectar de forma más profunda y personal con tu audiencia.
Finalmente, tu historia necesita ser contada, y para eso tienes muchos canales a tu disposición. Desde tu página web hasta tus redes sociales, emails y anuncios, cada plataforma es una oportunidad para compartir tu narrativa. Pero ojo, contar tu historia no significa repetir el mismo mensaje una y otra vez. Se trata de adaptar esa historia al medio y al momento, manteniendo siempre su esencia, pero sabiendo que la forma de contarla en Instagram será diferente a cómo lo haces en un blog o un email.
La clave está en la coherencia y en la creatividad. Asegúrate de que, sin importar dónde o cómo la cuentes, tu historia siempre refleje quién es tu marca y qué la hace especial. El storytelling no es un monólogo; es un diálogo. Invita a tu audiencia a ser parte de tu historia, a compartir sus propias experiencias y a interactuar con tu marca. Así, no solo estarás contando una historia, sino viviéndola junto a tu público.
El storytelling en marketing nos recuerda que todos estamos hechos de historias. Son las que nos definen, nos conectan y nos dan razones para elegir una marca u otra. Pero más allá de las ventas y los números, lo que el storytelling ofrece es la posibilidad de ser recordados, de dejar una huella en la vida de las personas, algo que, en un mundo tan fugaz, es invaluable.
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